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Estados

23 jul 2025

Las cocineras del sismo

 

NOTA: Hace 3 años, escribí una serie de textos para un proyecto sobre el sismo del 2017. Uno de mis personajes, fue Rolando, mi vecino, un héroe anónimo del sismo, como muchas mujeres y muxes que alimentaron al pueblo herido desde las cocinas comunitarias, hoy Rolando murió a los 74 años, en su memoria reproduzco un fragmento del texto.

 

Las cocineras del sismo

Ni guicaa guiraa’ ca gunna ne muxe’ biyaana guidxi

A las mujeres y muxes que alimentaron a un pueblo herido

I

Rolando

Veinte mujeres y Rolando discutían la distribución equitativa de la comida del día, ninguna familia de la cuadra recibía más, ni otras recibían menos. Las diferencias eran normales entre personas sumamente dispares y que la tragedia arrojó a la calle para organizarse a partir del apoyo ciudadano, estaban en calidad de damnificados del sismo del 7 de septiembre. Esta veintena se organizó alrededor de una cocina comunitaria que nació una semana después del sismo bajo la coordinación del escritor Víctor Cata, quien recibía donaciones de sus amigos investigadores, lingüistas, promotores culturales, istmeños radicados en el extranjero.

 

Rolando Villalobos, un muxe’ de 70 años, estuvo frente a la cocina comunitaria que se ubicó en la Calle Moctezuma del barrio de Cheguigo en Juchitán durante los tres meses que ésta duró. Todos los días era el primero en llegar a la cocina, que en las primeras semanas fue un improvisado fogón de leña debajo de una carpa de lonas, después se transformó en un cuarto de madera con equipo industrial.

 

Los recuerdos de Rolando son nítidos a cinco año de distancia, para él los primeros días fueron de solidaridad y camaradería, más tarde vinieron las rivalidades entre familias, el protagonismo de unos, las viejas rencillas vecinales surgieron, la gandallez de otros afloraron, la desintegración del grupo se dio y sólo quedaron cinco mujeres y él.

 

Desde su silla de ruedas dirigió junto con Francisca Luis Guendolay la elaboración de los platillos que se repartían entre todas las que ayudaban.

 

La primera comida que ofrecieron fue un arroz con camarón, acompañado de frijoles, ese día la fila rebasó las cien personas, la noticia de que las vecinas de Rolando regalaban comida corrió veloz por todo el barrio que hasta albañiles de otros estados que se empleaban en obras de la zona llegaron por sus porciones. En la cocina se juntaban antes de las ocho de la mañana, después del mediodía y por la tarde; desayuno, comida y cena para alrededor de 50 personas. La cocina fue muy visitada por su organización, lo mismo probaban los tamales periodistas de cadenas internacionales que activistas donantes.

 

Rolando perdió la primera pierna antes del sismo a causa de la diabetes, la segunda un año después. Toda la vida se dedicó al comercio, primero vendiendo tlayudas, luego dulces y refrescos afuera de una primaria cercana a su casa.

 

Con el sismo la escuela cerró por los daños, se quedó sin una entrada económica y la apertura de la cocina fue su salvación, el agradecimiento siempre está en la boca de Rolando, sin esa ayuda se hubiera complicado su sobrevivencia, porque en dos meses nadie aportó dinero, las donaciones iban desde carne, pollo, pescado, quesos, granos, hasta productos de la canasta básica. Las mujeres, que permanecieron hasta el final y Rolando , crearon una red de apoyo que se mantiene. El último día en la cocina se repartieron de manera equitativa los utensilios donados , a Rolando le tocó la parrilla que hasta el día de hoy posee.

 

Roselia Chaca

 

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