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Javier Meneses sirvió en la formación de PEMEX

Estados

9 jun 2025

Javier Meneses además de dejarnos libros entrañables fue un geólogo que sirvió en la formación de PEMEX

 

Política, los tres libros, Javier Meneses de Gyves y literatura japonesa

Gerardo Valdivieso Parada

 

Todavía es muy actual la pregunta de cuáles han sido los tres libros que nos marcaron. La pregunta trascendió en una feria de libro de Guadalajara, la FIL, cuando le preguntaron al presidente Enrique Peña Nieto, cuáles fueron los tres libros que lo marcaron en su vida y no atinó a dar bien los datos de ninguno. Ahora los políticos ya deberían de estar aleccionados sobre el cuestionamiento y pueden responder sin rebanarse la cabeza: La Biblia, El Quijote y la Constitución. Aun así los precandidatos a la presidencia de la república han mostrado bulos, de nuevo en su participación en la FIL. Como la candidata de la derecha que no se acordó del nombre del libro que estaba presentando y aborda su biografía. O el precandidato, que gracias a su esposa va disparado en las redes sociales, que recomendó un libro del que no pudo decir correctamente el nombre y de sus autores y eso que se preparó para ello. Y de plano la precandidata del partido oficial mejor no fue, no vaya ser que también la riegue.

 

El primer libro que viene a la mente cuando pienso en esa pregunta es la novela “Los vientos de octubre” del juchiteco Javier Meneses de Gyves.

 

Aunque no fue la primera obra literaria que leí, fue la que más me atrapó por su sencilla escritura, que la narrativa se desarrollará en Juchitán, con escenarios y costumbres locales, pero sobre todo que el personaje fuera un japonés: Takahashi. El libro inicia con el farmacéutico japonés que llega a la estación del tren y transportado en una carreta llega al centro de la ciudad para poner su local. Al principio imaginé que era un personaje inventado por el geólogo juchiteco, porque sólo conocía a los descendentes de los Shibayama y la tienda de los Oshino, pero después supe que había vivido en Juchitán e incluso pude platicar con un taxista juchiteco que decía ser su nieto.

 

Me gustó tanto la pequeña novela que la releí varias veces, disfrutando de las escenas de los velorios, los sepelios cuando un militar retirado cuya esposa ya había fallecido le encarga un mensaje al difunto que va al panteón: “dile que desde ella se fue, no he fornicado”. La noche bajo la luz de un quinqué para atravesar el río, para ir a visitar a la joven amante que vive en el barrio detrás del río. Ya había leído el libro cuando fue presentado de manera tardía en la Casa de la Cultura de Juchitán, con la presencia del autor cuyo rostro asemejaba a un viejo buda o uno de los grandes señores de la guerra, un shogún.

 

Leí después otras pequeñas obras de Meneses como “El tulipán y el viento”, “Ayer en Juchitán” y “Sandunga canto de amor y de guerra”, siempre con su sorprendente sencillez pero verdaderamente poético para el joven adolescente que los leyó, y que gracias a ellos quedó inspirado para escribir cosas de su pueblo.

 

Dije que me atraía que el personaje fuera un japonés, desde niño sentí gran interés por las cosas de oriente principalmente del país nipón. Empecé por leer en casa de mi tío Felipe López, las revistas Samurai, luego en el canal de televisión del gobierno Imevisión, vi sin entenderle el teatro No y el Kabuki y las series japonesas como Oshin, me aficioné apasionadamente de la serie Shogún.

 

Después ya pude leer otros autores japoneses como Kenzaburo Oé, Banana Yoshimoto, Yasunari Kawabata, Matsuo Basho, la novela basada sobre la vida del más afamado guerrero y espadachín de Japón, Miyamoto Mushashi de Eiji Yoshikawa, pero mi autor favorito es Yukio Mishima, que al no recibir el Nobel tomó el camino de la espada para dejar su huella con sangre en la literatura universal.

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